jueves, 1 de noviembre de 2018

ANTOLOGÍA POÉTICA



Versos a la tristeza de Buenos Aires
      de Alfonsina Storni

Tristes calles derechas, agrisadas e iguales
por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,

sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
me apagaron los tibios sueños primaverales.


Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada
en el vaho grisáceo, lento, que las decora.

De su monotonía mi alma padece ahora.
--¡Alfonsina! -- No llames, ya no respondo a nada.

Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
viendo en días de otoño tu cielo prisionero,

no me será sorpresa la lápida pesada.

Que entre tus calles rectas, untadas de su río
apagado, brumoso, desolante y sombrío,

cuando vagué por ellas, y estaba yo enterrada.


de Gabriela Mistral

Porque duermas, hijo mío,
El ocaso no arde más:
No hay más brillo que el rocío,
Más blancura que mi faz.
Porque duermas, hijo mío,
El camino enmudeció:
Nadie gime sino el río;
Nada existe sino yo.
Se anegó de niebla el llano.
Se encogió el suspiro azul.
Se ha posado como mano
Sobre el mundo la quietud.
Yo no sólo fui meciendo
A mi niño en mi cantar:
A la Tierra iba durmiendo
Al vaivén del acunar.



No te salves 
 de Mario Benedetti


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.


Campos Atardecidos 
de Jorge Luis Borges

El poniente de pie como un Arcángel
tiranizó el camino.
La soledad poblada como un sueño
se ha remansado alrededor del pueblo.
Los cencerros recogen la tristeza
dispersa de la tarde. La luna nueva
es una vocecita desde el cielo.
Según va anocheciendo
vuelve a ser campo el pueblo.
El poniente que no se cicatriza
aún le duele a la tarde.
Los trémulos colores se guarecen
en las entrañas de las cosas.
En el dormitorio vacío
la noche cerrará los espejos.


El viaje 
de María Elena Walsh

Sólo quiero tu casa de ternura,
vivir en su calor.
Eres el mar y la orilla segura
porque el único viaje es el amor.
Reconocer tu alma, qué aventura
de mágico sabor.
Allí tendré profundidad y altura
porque el único viaje es el amor.
Besos desconocidos como puertos
esperan bajo un cielo de mirada.
-Lo demás es dolor.
Hoy vuelvo de países que están muertos,
después de un mar que no me dijo nada,
porque el único viaje es el amor.